A la gaviota
sobre
los pinares
de la costa,
en el viento
la sílaba
silbante de mi oda.
Navega,
barca lúcida,
bandera de dos alas,
en mi verso,
cuerpo de plata,
sube tu insignia atravesada
en la camisa del firmamento frío,
oh voladora,
suave
sereneata del vuelo,
flecha de nieve, nave
tranquila en la tormenta transparente
elevas tu equilibrio
mientras
el ronco viento barre
las praderas del cielo.
Después del largo viaje,
tú, magnolia emplumada,
triángulo sostenido
por el aire en la altura,
con lentitud regresasa
tu forma
cerrando
tu plateada vestidura,
ovalando tu nítido tesoro,
volviendo a ser
botón blanco del vuelo,
germen
Redondo,
huevo de la hermosura.
(...)
Pablo Nweuda
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